Martín Valverde: “La Iglesia tiene que tener una bonita fachada artística”
Anduvo hace poco por Madrid, en un concierto organizado por la Fundación Madrina en apoyo a la mujer embarazada, causa con la que simpatiza, pues es hijo de madre soltera. Martín Valverde nació en Costa Rica y éste es uno de los planes de Dios para él por el que da gracias, ya que tanto contribuyó a cimentar su vocación (”En mi país, levantas una piedra y sale un músico”). Su mensaje: fe con humor y reflexión más música contemporánea de calidad. Vayamos por partes.
-Fe con humor y reflexión.
-Es más famoso hablar del amor de Dios que del humor de Dios, que sin duda lo tiene, y de primer nivel.
-¿En qué lo nota?
-Le gusta hacer grandes cosas a través de nosotros. Eso ya es humor.
-¿Hay pasajes del Evangelio…?
-¿Para reírse? Y a gusto. Las salidas psicológicas de Pedro, el milagro de los panes y los peces, Jesús caminando sobre las aguas…
-El milagro de los panes y los peces.
-Jesús sabía lo que iba a hacer, pero no se lo dijo a los discípulos; quería meterlos en un buen lío. El Evangelio no nos cuenta qué cara pusieron. Tenemos que calzarnos sus sandalias y meternos en el pasaje como testigos.
-Jesús caminando sobre las aguas.
-Lo confundieron con un fantasma, se vomitaron del miedo, Pedro por poco se ahoga. Ahí Cristo debió de morirse de la risa.
-Cerremos el capítulo del humor.
-Todas las mañanas hemos que decirle a Dios “qué te traes ahí”, “en qué me estás metiendo”, “qué se te ocurrió ahora”. Lo cual no significa que no haya cosas que te quiten la risa.
-La otra parte de su mensaje: música contemporánea de calidad.
-Antes, los libros católicos eran fáciles de detectar: el contenido, maravilloso; las portadas, para pegarse un tiro. Eso ha cambiado.
-¿Pasa lo mismo con la música?
-Hay que hacer una buena producción, con todo lo que eso implica: arreglos, músicos de primer nivel, letras que digan algo. En la Iglesia apenas encontramos gente que entienda este concepto.
-Hay quien cree que bastan las buenas intenciones.
-El Espíritu Santo hará lo que tenga que hacer, con o sin nosotros, pero al menos dejen que le pongamos un buen sonido. Hay un salmo que dice: “Entonen para Él un canto nuevo, toquen con arte, profiriendo aclamaciones”. Toquen con arte.
-¿Con qué fin?
-Con el de que nuestra casa, la Iglesia, tenga una fachada artística que merezca la pena. Todos podemos contribuir, incluso el que toca en una parroquia y se le ocurre meter un acorde para que suene bonito, por más que se le quede mirando el resto, en plan “qué le pasa a éste”.
-Uno que sabía de esto era su tocayo.
-¿Lutero? Se llevó la guitarra y nos dejó las pinturas y las esculturas. Activar la música en la Iglesia Católica es una aventura.
-Que ya vivió Don Bosco.
-El tipo era un adelantado a su tiempo: sabía qué era montar un escenario. Solía decir que una iglesia sin música es como un cuerpo sin alma. Por cierto, crecí con los salesianos. De ahí mi lado histriónico.
-Aparte de la salesiana, ¿alguna influencia más?
-En eso soy muy ecléctico. Mi director espiritual es misionero del Espíritu Santo, mi confesor de batalla es un diocesano de Soria, uno de mis grandes aportadores en psicología de la fe es un jesuita… Soy un arroz para todos los caldos.
-¿No levanta suspicacias?
-Alguna vez alguien se ha molestado conmigo por no llevar su camiseta.
-¿Cómo resolvió la papeleta?
-Me la resolvió un obispo. Le dije: “Mire, monseñor, hay gente que no me acomoda, que me ve demasiado freelance. ¡Y qué le voy a hacer si no me va el nací en… soy de… pertenezco a…!”.
-¿Qué le dijo él?
-Una frase que enseguida patenté para mí: “Tú juega con la selección, no con ningún club”.
-Con todo, le llaman de distintos movimientos.
-Y voy a cantar muy a gusto.
* Entrevista íntegra en el número 281 del semanario, desde el 11 de junio en los quioscos.
